A lo largo de la Historia
han existido muchos naturalistas, siendo quizás Charles Darwin el
más destacado de entre todos, pero no el único: Jean Baptiste
Lamarck, Ernst Haeckel, José de Acosta o Linneo son sólo algunos
otros nombres de relevancia. Sin embargo, con frecuencia los
naturalistas que se convierten en el referente a seguir por los
chavales que algún día habrán de convertirse en biólogos,
ambientólogos o similares suelen ser más conocidos no tanto por su
trabajo científico como por su labor divulgadora. Es el caso de
hombres como el británico David Attenborough o nuestro Félix
Rodríguez de la Fuente, que tantas vocaciones habrá forjado. Estas
son las verdaderas "estrellas" del naturalismo. En mi caso
tuve a un referente que en España no es muy conocido. Su nombre era
Gerald Durrell y su obra "La Guía del Naturalista" uno de
los primeros libros que cayó en mis manos, cuando aún era un lector
primerizo. Aunque una de las primeras cosas que hice fue rayar la
portada con un bolígrafo de tinta azul, posteriormente lo forraría
y lo cuidaría como a uno de mis mayores tesoros, para volver una y
otra vez a mis partes favoritas, como quien relee distintos pasajes de un Evangelio.
Estatua de dos primates en el zoo de Jersey. Uno de ellos es Gerald Durrell. |
En este libro, Gerald
Durrell describe capítulo por capítulo diferentes ecosistemas de la
Tierra: matorrales mediterráneos, litorales rocosos, arenosos,
bosques, la tundra, desiertos... Lo hace siempre con un estilo
tremendamente ameno y literario, salpimentando el relato con toda
clase de anécdotas personales que hacen del libro algo más que una
mera obra de divulgación. El libro está sembrado de fotos e
ilustraciones maravillosas acompañadas de comentarios, y hay
multitud de recuadros que constituyen incisos con explicaciones
aparte acerca de asuntos como la medición de un árbol, el trampeo,
la observación de aves o mamíferos y otros similares, que recuerdo
haber releído hasta la saciedad.
Hay quizás dos capítulos
que merecen una especial atención: en el primero, titulado "Ser
Naturalista", Durrell nos introduce en la historia del
naturalismo y nos habla de su experiencia personal, explicándonos
dónde reside la esencia del naturalista: en una curiosidad
insaciable por conocer el entorno y en la capacidad para admirar y
deleitarse con cosas tan humildes como las babosas que salen tras la
lluvia o los gorriones que saltan en el parque. El segundo capítulo
se titula "El naturalista y su hogar", y en él nos muestra
cómo una casa con un pequeño jardín o un huerto guarda secretos
tan fascinantes como una selva tropical para aquel que sabe mirar. En definitiva, creo que la principal enseñanza que se puede encontrar en este libro es, más allá de lo que pueda explicar acerca de los ecosistemas o las técnicas, la de la actitud que el Naturalista debe tener al mirar a su alrededor. Explica cómo el naturalismo se puede practicar en cualquier lugar, sólo con tener la capacidad y el entusiasmo necesarios para observar, y no son necesarios equipos caros e inaccesibles para todo ello. Una vez sembradas esas ideas, lo demás llega solo.
Mi venerado libro de la infancia. |
Este libro no fue el
único elemento que contribuyó a formar mi vocación, pero sin duda
fue un pilar clave. A causa de él me hice con un macuto que llevaba
conmigo siempre que salía al campo, y en el cual guardaba un
cuaderno de campo (llegué a completar dos y medio a lo largo de
varios años), una lupa, guías de reptiles y aves que realmente
nunca llegué a usar demasiado, unos pequeños prismáticos y una
brújula, que obviamente no necesitaba, pero oiga, nunca se sabe.
Posiblemente sin él habría seguido otra senda, así que creo que es
justo que le dedique unas líneas de este blog a esta obra. Os la
recomiendo a todos, y os dejo este enlace a la vista previa que podéis encontrar en Google Libros.
Si la disfrutáis la décima parte de lo que lo hice yo ya os habrá
valido la pena.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho leerte esta entrada con la que coincido punto por punto. Gerald Durrell es mucho más conocido por sus libros de "aventuras" en la infancia (Mi familia y otros animales, etc), y sin embargo a mí me pasa como a ti. Descubrí la Guía del naturalista en mi biblioteca en mis años mozos y fue un hallazgo crucial en aquellos años, hasta el punto de que destacaría exactamente los mismos capítulos que tú, los más "teóricos" por así decirlo, por lo que llegaron a influirme (sin prejuicio, claro está, de todos los demás).
Tuve ese libro en préstamo continuo durante largas temporadas, hasta sabérmelo de memoria. Sólo muchos años después, cuando ya tuve algo de dinerillo, me compré uno por el placer de tenerlo, pero entiendo totalmente cada una de las palabras que has dicho sobre la magia y el poder que tiene este libro en particular.
Quizá por compartir este lugar común te interese otra entrada que saqué yo en su día sobre el asunto de los cuadernos de campo.
Un saludo
Gracias por tu comentario, Copépodo. Te contesto en tu blog.
Saludos.
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