lunes, 2 de agosto de 2010

La fragilidad de las dunas

El otro día fui de paseo a las dunas de la playa de Muro, un lugar bastante agradable que le permite a uno internarse en la naturaleza y recrearse en la falsa ilusión de haber dejado muy atrás el mundo del asfalto y el ladrillo. Era un buen momento para pasear: una temperatura agradable y poca gente.

Para desgracia de estos ecosistemas, se hallan situados en la costa, y precisamente al lado de las playas arenosas ideales para clavar la sombrilla y levantar castillos, es decir, las más atractivas para el sector turístico. Esta circunstancia ha conllevado su eliminación en pro de chalets, hoteles, chiringuitos y equipamientos urbanos hasta el punto de hacer de ellos uno de los ecosistemas más degradados existentes en el Mediterráneo.

Por otro lado, no sólo la actividad urbanística es responsable de la destrucción de los sistemas dunares. El sustrato arenoso de éstos es muy frágil, y tarda muchos años en reponerse. De ahí que los pisoteos de los usuarios de las playas tengan efectos perniciosos para las dunas, por un lado por la degradación de la vegetación, clave en la retención de la arena aportada por el viento, por otro lado por la propia erosión asociada a la acción mecánica de los pies. A veces, la erosión producida por los caminantes llega a abrir caminitos, que según la orientación que tengan, pueden constituir una especie de embudo por el que penetrará el viento de las brisas marinas, incrementando la erosión.

Duna fija cubierta de sabinar. Se puede observar cómo la erosión ha arrancado un pedazo de duna, dejando las potentes raíces de las sabinas al descubierto.

Como se ha dicho, las dunas son frágiles por la naturaleza de su sustrato. También tienen una biodiversidad relativamente baja, lo cual no las favorece en este sentido. No obstante, son sistemas más complejos de lo que parecen en principio. Su morfología varía perpendicularmente a la costa. En primera línea hallamos dunas embrionarias y tras ellas dunas móviles, habitadas por herbáceas, sobre todo gramíneas, que se encargan de ir acumulando arena gracias a un extenso sistema de raíces. Detrás la situación cambia. Aquí  ya encontramos dunas en las que el sustrato está mejor fijado, permitiendo dominar a otras clases de vegetación, en ocasiones pequeñas plantas leñosas. 

Si desea leer lo que hay escrito en ella, haga clic sobre la imagen.

Hacia el interior, las dunas están más fuertemente fijadas, y crecen sabinas y aún más adentro, pinos, de formas notablemente moldeadas por la acción del viento, dando lugar a bosques que pueden llegar a ser bastante extensos. En ocasiones hay zonas levemente deprimidas, lo bastante próximas al nivel del mar como para que en ellas crezcan juncos y otras plantas propias de lugares algo húmedos y salobres. Claro está, toda esta descripción es bastante vaga, y frecuentemente hallamos una gran e interesante variabilidad en cuanto a la configuración de las dunas y la vegetación que las pueblan, dependiendo de factores ambientales y del impacto humano al que han sido sometidas.

Dunas de la playa de Muro. La degradación ha alterado su configuración, y de la duna embrionaria prácticamente se pasa a la duna fija. En la zona de la foto se observa una gradación de vegetación paralela a la línea de costa, que se ha producido en una zona en la que la actividad humana ha creado un camino. En condiciones normales, esta gradación se dispondría perpendicularmente a la línea costa. Al fondo se observan letreros informativos y una pasarela para que los usuarios no pisoteen la arena.


En la actualidad, se comienzan a elaborar planes de protección y restauración para estos ecosistemas. En las dunas de la playa de Muro, así como en otras de nuestros litorales, encontramos vallas que pretenden impedir la entrada a la gente (aunque es fácil saltarlas), carteles informativos, pasarelas de madera para que los paseantes puedan atravesar la zona sin causar mayor degradación, y barreras de leña que permiten el paso del aire pero retienen la arena, favoreciendo la regeneración de la duna. 

 Bosque y matorral en la zona de dunas fijas. Una barrera de leña al lado del camino, además de retener arena que pueda transportar el viento, pretende impedir el paso. Por si existen dudas, un ilustrativo cartel indica claramente lo que no puede hacerse.


Esto no implica que dejen de verse individuos que disfrutan sintiéndose los reyes del mundo desde la cresta de la duna, o que vean en la retroduna el lugar idóneo para poner la toalla y la sombrilla, apartados del gentío que abarrota la playa. Recuerdo haberme encontrado una vez, en Formentera, con un tipo que había excavado un gran agujero en la duna, y se había tumbado a reposar en su interior, protegido de miradas indiscretas por un pequeño muro de arena estratégicamente construido. Seguro que se sentía como un señor feudal en su castillo. Espero que el tiempo que he invertido en escribir esto haya servido para que, de ahora en adelante, cuando vayan a la playa, algunos de los que lo lean eviten estos comportamientos reprobables y miren a estos ecosistemas con otros ojos.

 Fotografía de pésima calidad en la que se observan residuos de la (in)civilización humana desperdigados sobre el sistema dunar. Al fondo, una rata se regocija ante tal circunstancia.





3 comentarios:

Éowyn dijo...

Muy interesante, me ha gustado. Muchas veces es desconocimiento y, otras veces, que somos bastante anárquicos y no hacemos por costumbre ningún caso a una prohibición si creemos que no tiene sentido.

Diplotaxis dijo...

En efecto. Pero creo que mucha gente entiende el por qué de la prohibición y aún así decide saltársela porque "por una vez...", o "por una persona...", etcétera, sin pararse a pensar en el fallo ético de ese razonamiento: si "por una vez" vale para él, tiene que valer para el resto, y por tanto la prohibición sería injustificable. La prohibición vale para todos... salvo para personal autorizado.

Éowyn dijo...

Por eso lo digo, mucha gente dice "una norma tonta" y niii caso