lunes, 10 de octubre de 2011

El bucle de la conservación

Creo que a nadie se le escapa que hay especies que atraen mucho más la atención de la sociedad y en cuya conservación, de ser necesario, se invierten más fondos y esfuerzos que en otras especies apenas conocidas. Resulta bastante intuitivo que lo que interesa a la gente es lo que recibe prioridad. Sin embargo, vale la pena preguntarse qué factores afectan a la inversión en los planes de conservación y hacer un análisis científico riguroso.

Ecosistemas, la revista de la Asociación Española de Ecología Terrestre (AEET), publica en su número de Enero de 2011 un estudio llamado «La conservación de biodiversidad en España: atención científica, construcción social e interés político». En la introducción del artículo podemos leer lo siguiente:

«La priorización de fondos para la conservación de especies depende de diferentes dimensiones asociadas indirectamente con la toma de decisiones: información científica existente, opinión pública y legislación vigente».

No es difícil ver cómo funciona la dinámica: se invierten más fondos en la conservación de especies de las cuales existe más conocimiento científico (puesto que ese conocimiento nos permite utilizar esos fondos con más eficacia) a la vez que en aquellas en las que la sociedad está más dispuesta a gastar dinero. El papel de la legislación es bastante obvio: desde ese plano se genera las leyes que establecen que una especie esté o no protegida, así como las bases legales que permitirán llevar a cabo las acciones necesarias para su conservación.

Este es el punto de partida del estudio. Con él, los autores buscaron comprobar si efectivamente en España se observa una relación entre cada una de estas tres patas del taburete del presupuesto de la conservación y la inversión que realizan las administraciones. Y en efecto, los análisis realizados sobre los datos que utilizaron establecieron que la relación existe. Pero además pudieron ver la existencia de un bucle de retroalimentación positiva, una especie de círculo vicioso, que hace que sean unas cuantas las especies que se benefician del dinero público y que otras estén dejadas de la mano de Dios.

El bucle funciona del siguiente modo, simplificando: existen algunas especies por las que existe mayor interés social, en torno a las que los investigadores centran la mayor parte de sus estudios, generando más conocimiento científico sobre ellas. A su vez, los políticos legislan principalmente en favor de esas especies, por un lado porque se sabe más de ellas, por otro porque despiertan las simpatías del pueblo, e invertirán más fondos en su conservación y también en la investigación sobre ellas. Esto será un estímulo extra para que los científicos sigan en esa línea de trabajo. Finalmente, cuando a través de noticias, reportajes, artículos de divulgación o planes de educación ambiental toda esta información llegue a la sociedad, se fomentará todavía más su interés sobre esos animales y plantas, lo que de algún modo cierra el círculo.

Bucle del que se benefician especies como el lince ibérico. El interés que despierten en la sociedad se transmitirá a los responsables de tomar las decisiones a través de la opinión pública. Éstos invertirán más tanto en su protección como en la investigación sobre ellos. A su vez, la información proporcionada por la Ciencia todavía reforzará este efecto. Los resultados de las investigaciones y de los programas de conservación se transmitirán a la sociedad a través de divulgación, medios de comunicación y educación ambiental, lo que influirá de nuevo en la opinión, volviendo a empezar el ciclo. Mientras los esfuerzos y la atención se centran en determinadas especies, otras quedan fuera del círculo y tienen dificultades para entrar. La línea discontínua es una interpretación mía que no aparece en el estudio: la comunidad científica, como parte de la propia sociedad, probablemente también manifiesta más interés por unas especies que por otras. En el estudio original puede verse un diagrama similar mucho más completo.

No todas las especies vivientes son animales y plantas. Sin embargo, la realidad es que las especies que más favorecidas se ven por este bucle pertenecen a alguno de esos dos reinos. Los autores del trabajo también hicieron un análisis de qué grupos eran los que más interés despertaban, los más estudiados y aquellos más protegidos y en cuya conservación se invierte más dinero. Si retomamos la comparación que hice unas líneas atrás con un taburete de tres patas (las patas del interés social, del científico y del político), podríamos decir que se observó cómo era el taburete para cada uno de ocho grupos: mamíferos, aves, plantas superiores, herpetofauna (reptiles y anfibios), invertebrados, peces, microorganismos y hongos. Al final se observaban cuatro grupos en los que se reunían los taburetes similares entre sí: en uno están los tres primeros (mamíferos, aves y plantas superiores), los más beneficiados por el bucle; un poco peor están la herpetofauna y los invertebrados, pero ni mucho menos tanto como los peces. Sin embargo, los taburetes de patas más endebles son los de los hongos y microorganismos. Como decía antes, ni animales, ni plantas.

Representación tridimensional del interés existente por los distintos grupos de seres vivos. El máximo interés (cuadro verde) se lo llevan los mamíferos (concretamente carnívoros y cetáceos), y en menor medida la vegetación superior y las aves acuáticas, rapaces y esteparias. Los microorganismos y los hongos aparecen como parias olvidados por todos. Algún día se vengarán destruyéndonos y descomponiéndonos. La imagen se ha tomado del artículo original.

Entre otras cosas, el estudio comenta que la existencia de una creciente preocupación social por la herpetofauna y (como puede verse en el gráfico) en menor medida por los invertebrados, ambos grupos que ya gozan de la atención de los científicos, podría ser una oportunidad para quebrar el círculo vicioso, y hacer que los fondos destinados a conservación se redistribuyan entre más beneficiarios. Lamentablemente, estamos en tiempos de crisis, y me da la impresión de que sapos, culebras y babosas (y no sólo ellos) van a tener que esperar mucho tiempo.




Artículo original, por B. Martín-López, I. Martín-Forés, J.A. González y C. Montes, publicado en revista Ecosistemas.


3 comentarios:

Inés G. de Castro dijo...

Interesante artículo. Es inevitable que para conseguir el favor de la sociedad y de los políticos, haya cierta "empatía" entre lo que se quiere conservar y dichos sectores, y nos guste o no despierta más simpatía un lince que un hongo. Ahora bien, cuando uno hace un plan de conservación, dicho plan no debe enfocarse solo sobre la especie, sino también sobre el hábitat, así que de forma indirecta, esto beneficia a otras especies.

Gerardo dijo...

Claro, es el famoso tema de las especies paraguas, o especies bandera: con la excusa de su protección se protegete todo un hábitat, lo que repercute en beneficio de especies menos populares. Sin embargo, en muchas ocasiones hay especies "humildes" que viven en lugares donde no hay ninguna especie paraguas que incite la protección del hábitat.

Además, claro, no se trata sólo de proteger el hábitat: también de estudiar cómo va las poblaciones, si hay que hacer planes de reintroducción, si hay enfermedades, plagas o depredadores amenazadores, etcétera. De todos modos, lo que está claro es que un cardo siempre será menos simpático que un oso panda, y que nunca habrá dinero para todos.

Ontureño dijo...

Esto me recuerda a esta tira xD

http://www.smbc-comics.com/index.php?db=comics&id=2393#comic


Por cierto, ¿cómo va el tema de los batracios? ¿siguen desapareciendo de formas misteriosa? ¿ese problema es apreciable en España? ¿y qué hay de las abejas?