miércoles, 17 de octubre de 2012

Mi particular reconocimiento a Gerald Durrell.


A lo largo de la Historia han existido muchos naturalistas, siendo quizás Charles Darwin el más destacado de entre todos, pero no el único: Jean Baptiste Lamarck, Ernst Haeckel, José de Acosta o Linneo son sólo algunos otros nombres de relevancia. Sin embargo, con frecuencia los naturalistas que se convierten en el referente a seguir por los chavales que algún día habrán de convertirse en biólogos, ambientólogos o similares suelen ser más conocidos no tanto por su trabajo científico como por su labor divulgadora. Es el caso de hombres como el británico David Attenborough o nuestro Félix Rodríguez de la Fuente, que tantas vocaciones habrá forjado. Estas son las verdaderas "estrellas" del naturalismo. En mi caso tuve a un referente que en España no es muy conocido. Su nombre era Gerald Durrell y su obra "La Guía del Naturalista" uno de los primeros libros que cayó en mis manos, cuando aún era un lector primerizo. Aunque una de las primeras cosas que hice fue rayar la portada con un bolígrafo de tinta azul, posteriormente lo forraría y lo cuidaría como a uno de mis mayores tesoros, para volver una y otra vez a mis partes favoritas, como quien relee distintos pasajes de un Evangelio.

Estatua de dos primates en el zoo de Jersey. Uno de ellos es Gerald Durrell.


En este libro, Gerald Durrell describe capítulo por capítulo diferentes ecosistemas de la Tierra: matorrales mediterráneos, litorales rocosos, arenosos, bosques, la tundra, desiertos... Lo hace siempre con un estilo tremendamente ameno y literario, salpimentando el relato con toda clase de anécdotas personales que hacen del libro algo más que una mera obra de divulgación. El libro está sembrado de fotos e ilustraciones maravillosas acompañadas de comentarios, y hay multitud de recuadros que constituyen incisos con explicaciones aparte acerca de asuntos como la medición de un árbol, el trampeo, la observación de aves o mamíferos y otros similares, que recuerdo haber releído hasta la saciedad.

El bueno de Gerald

Hay quizás dos capítulos que merecen una especial atención: en el primero, titulado "Ser Naturalista", Durrell nos introduce en la historia del naturalismo y nos habla de su experiencia personal, explicándonos dónde reside la esencia del naturalista: en una curiosidad insaciable por conocer el entorno y en la capacidad para admirar y deleitarse con cosas tan humildes como las babosas que salen tras la lluvia o los gorriones que saltan en el parque. El segundo capítulo se titula "El naturalista y su hogar", y en él nos muestra cómo una casa con un pequeño jardín o un huerto guarda secretos tan fascinantes como una selva tropical para aquel que sabe mirar. En definitiva, creo que la principal enseñanza que se puede encontrar en este libro es, más allá de lo que pueda explicar acerca de los ecosistemas o las técnicas, la de la actitud que el Naturalista debe tener al mirar a su alrededor. Explica cómo el naturalismo se puede practicar en cualquier lugar, sólo con tener la capacidad y el entusiasmo necesarios para observar, y no son necesarios equipos caros e inaccesibles para todo ello. Una vez sembradas esas ideas, lo demás llega solo.

Mi venerado libro de la infancia.


Este libro no fue el único elemento que contribuyó a formar mi vocación, pero sin duda fue un pilar clave. A causa de él me hice con un macuto que llevaba conmigo siempre que salía al campo, y en el cual guardaba un cuaderno de campo (llegué a completar dos y medio a lo largo de varios años), una lupa, guías de reptiles y aves que realmente nunca llegué a usar demasiado, unos pequeños prismáticos y una brújula, que obviamente no necesitaba, pero oiga, nunca se sabe. Posiblemente sin él habría seguido otra senda, así que creo que es justo que le dedique unas líneas de este blog a esta obra. Os la recomiendo a todos, y os dejo este enlace a la vista previa que podéis encontrar en Google Libros. Si la disfrutáis la décima parte de lo que lo hice yo ya os habrá valido la pena.


2 comentarios:

Copépodo dijo...

Me ha gustado mucho leerte esta entrada con la que coincido punto por punto. Gerald Durrell es mucho más conocido por sus libros de "aventuras" en la infancia (Mi familia y otros animales, etc), y sin embargo a mí me pasa como a ti. Descubrí la Guía del naturalista en mi biblioteca en mis años mozos y fue un hallazgo crucial en aquellos años, hasta el punto de que destacaría exactamente los mismos capítulos que tú, los más "teóricos" por así decirlo, por lo que llegaron a influirme (sin prejuicio, claro está, de todos los demás).

Tuve ese libro en préstamo continuo durante largas temporadas, hasta sabérmelo de memoria. Sólo muchos años después, cuando ya tuve algo de dinerillo, me compré uno por el placer de tenerlo, pero entiendo totalmente cada una de las palabras que has dicho sobre la magia y el poder que tiene este libro en particular.

Quizá por compartir este lugar común te interese otra entrada que saqué yo en su día sobre el asunto de los cuadernos de campo.

Un saludo

Gerardo dijo...

Gracias por tu comentario, Copépodo. Te contesto en tu blog.

Saludos.